Portada del suplemento Dinero del domingo 10 de febrero de 2013 LVE
Estos no son los años sesenta. No vale todo ni de cualquier manera. "Por mucho que una empresa alemana busque a un par de ingenieros españoles, y créame, muchas empresas tienen esa necesidad, no contratará a ese par de ingenieros que haya llegado allí en coche, de cualquier forma, sin haber contactado antes. La empresa nunca pensará que esos ingenieros son gente seria. Nunca los cogerá". Michael Brandenburg, director internacional ejecutivo de Iese, utiliza el ejemplo para argumentar una tendencia: la mitad de los 16.000 españoles que se habían ido a Alemania el año pasado, en busca de trabajo, han regresado a España con el rabo entre las piernas.
"Quienes se fueron de esa forma se equivocaron -le corrobora Marc Borneis, subdirector del instituto Goethe de Barcelona-. Algunos pensaron que les bastaría con sacarse el billete, presentarse allí y, mientras agotaban los recursos que les facilitaban sus padres, encontrar cualquier trabajo. ¿Y qué les pasó? Pues que se vieron sirviendo copas en un restaurante, en vez de trabajando como ingenieros, que era su sueño. Así que se desanimaron y se rindieron...".
Todos los expertos repiten una máxima: para hallar trabajo cualificado en Alemania, mejor informarse bien, presentarse bien y venderse caro.
Una apreciación abre esta información: estos no son los años sesenta. Y es cierto. En los sesenta, los españoles se fueron a Alemania en oleadas. Pero las circunstancias eran otras. Sacudiéndose los escombros de la Segunda Guerra Mundial, Alemania iba escasa de brazos. Organizaba oficinas de reclutamiento de Turquía y recurría a los vecinos del sur en busca de manos no cualificadas. Le faltaban peones. España puso su parte.
Ahora, Alemania dice necesitar ingenieros (hay trabajo para unos 72.000), enfermeros o médicos. Mano de obra cualificada. Y esa característica, la de la cualificación, encierra otras servidumbres: hay que conocer el idioma y las cuestiones interculturales alemanas y empresariales. Ya se ha dicho: no vale todo ni de cualquier manera. Para emigrar allí, hay que prepararse.
El Instituto Goethe también pone su parte. A través de este se articula un buen puñado de ofertas de trabajo. La entidad se mantiene en contacto con el Gobierno alemán y con distintas administraciones federales, como la región metropolitana del Rin-Neckar, en el sudoeste del país. Periódicamente, representantes regionales y empresarios celebran reuniones con candidatos a un puesto. Lo hacen en el Goethe, en Barcelona, donde también se dan clases de alemán y orientación profesional: cómo preparar un currículum en alemán, cómo hallar trabajo allí o cómo elaborar una carta de motivación (el argumento que mueve a alguien a buscar trabajo en una empresa)...
"Alemania busca médicos, enfermeros, ingenieros eléctricos y mecánicos y expertos en hostelería y gastronomía", dice Beate Raabe, jefa de prensa de la Oficina Central de Colocación (ZAV) de la Agencia Federal Alemana de Empleo. En total, la ZAV habla de 800.000 ofertas de trabajo, aparte de otras 200.000 ofertas para aprendices. Según el VDI (la Asociación de Ingenieros Alemanes), un ingeniero, en su primer año allí, cobra de 27.000 a 43.000 euros anuales.
En un intercambio de correos electrónicos, Xavier Codina (26 años) recoge su experiencia como ingeniero de aplicaciones en una empresa instalada en Aquisgrán, en Renania del norte-Westfalia. Se había ido a Munich en verano, respaldado por su amplio dominio del alemán y un buen listado de compromisos. Desde Barcelona, antes de partir, había concertado tres entrevistas de trabajo, una de ellas con Basf. "Sin embargo, la oferta de mi actual compañía era la que más me convenció, tanto por su tamaño como por mis posibilidades de crecer profesionalmente", cuenta, antes de alcanzar una conclusión: "Cinco meses más tarde, opino que he tomado la decisión correcta".
Marc Pejoan (30), ingeniero de telecomunicaciones con un MBA en Esade, se mantiene a la expectativa. Ya ha celebrado tres entrevistas con Basf, aunque los encuentros no han ofrecido resultados. "Salir no es tan fácil, pero sigo abierto a todo", dice.
"También cuenta el destino -dice Borneis-. No todas las regiones tienen las mismas necesidades. Ir a las grandes ciudades es un error. No hay nada en Berlín ni en sus alrededores, por mucho que esa ciudad sea la más cool: la tasa de paro alcanza allí el 11%. Hay escasez de mano de obra en el Rin-Neckar o en Stuttgart, con un paro que ronda el 5%. Y sobre todo, en pueblecitos del sur, donde un español nunca se lo imagina". Recaro, líder mundial en asientos de aviones, se encuentra junto a Schwäbisch Hall, pueblecito de 30.000 habitantes y a 80 kilómetros de Stuttgart...
Conocer las necesidades de cada uno de esos escenarios es razonablemente sencillo. El Gobierno alemán analiza el escenario a través de la web thejobofmylife.de (por ahora, sólo en alemán; pronto, en inglés y en castellano).
"Quien mire ahí verá dónde faltan jardineros o ingenieros", dice Esther Estany, responsable de intercambios internacionales del Servei d'Ocupació de Catalunya (SOC). Por ejemplo, se calcula que Alemania generará 130.000 puestos de trabajo para camioneros en los próximos cinco años: muchos de ellos se jubilarán pronto. "Entre el SOC y el Goethe, enseñaremos alemán a quince camioneros en Barcelona".
"Quienes se fueron de esa forma se equivocaron -le corrobora Marc Borneis, subdirector del instituto Goethe de Barcelona-. Algunos pensaron que les bastaría con sacarse el billete, presentarse allí y, mientras agotaban los recursos que les facilitaban sus padres, encontrar cualquier trabajo. ¿Y qué les pasó? Pues que se vieron sirviendo copas en un restaurante, en vez de trabajando como ingenieros, que era su sueño. Así que se desanimaron y se rindieron...".
Todos los expertos repiten una máxima: para hallar trabajo cualificado en Alemania, mejor informarse bien, presentarse bien y venderse caro.
Una apreciación abre esta información: estos no son los años sesenta. Y es cierto. En los sesenta, los españoles se fueron a Alemania en oleadas. Pero las circunstancias eran otras. Sacudiéndose los escombros de la Segunda Guerra Mundial, Alemania iba escasa de brazos. Organizaba oficinas de reclutamiento de Turquía y recurría a los vecinos del sur en busca de manos no cualificadas. Le faltaban peones. España puso su parte.
Ahora, Alemania dice necesitar ingenieros (hay trabajo para unos 72.000), enfermeros o médicos. Mano de obra cualificada. Y esa característica, la de la cualificación, encierra otras servidumbres: hay que conocer el idioma y las cuestiones interculturales alemanas y empresariales. Ya se ha dicho: no vale todo ni de cualquier manera. Para emigrar allí, hay que prepararse.
El Instituto Goethe también pone su parte. A través de este se articula un buen puñado de ofertas de trabajo. La entidad se mantiene en contacto con el Gobierno alemán y con distintas administraciones federales, como la región metropolitana del Rin-Neckar, en el sudoeste del país. Periódicamente, representantes regionales y empresarios celebran reuniones con candidatos a un puesto. Lo hacen en el Goethe, en Barcelona, donde también se dan clases de alemán y orientación profesional: cómo preparar un currículum en alemán, cómo hallar trabajo allí o cómo elaborar una carta de motivación (el argumento que mueve a alguien a buscar trabajo en una empresa)...
"Alemania busca médicos, enfermeros, ingenieros eléctricos y mecánicos y expertos en hostelería y gastronomía", dice Beate Raabe, jefa de prensa de la Oficina Central de Colocación (ZAV) de la Agencia Federal Alemana de Empleo. En total, la ZAV habla de 800.000 ofertas de trabajo, aparte de otras 200.000 ofertas para aprendices. Según el VDI (la Asociación de Ingenieros Alemanes), un ingeniero, en su primer año allí, cobra de 27.000 a 43.000 euros anuales.
En un intercambio de correos electrónicos, Xavier Codina (26 años) recoge su experiencia como ingeniero de aplicaciones en una empresa instalada en Aquisgrán, en Renania del norte-Westfalia. Se había ido a Munich en verano, respaldado por su amplio dominio del alemán y un buen listado de compromisos. Desde Barcelona, antes de partir, había concertado tres entrevistas de trabajo, una de ellas con Basf. "Sin embargo, la oferta de mi actual compañía era la que más me convenció, tanto por su tamaño como por mis posibilidades de crecer profesionalmente", cuenta, antes de alcanzar una conclusión: "Cinco meses más tarde, opino que he tomado la decisión correcta".
Marc Pejoan (30), ingeniero de telecomunicaciones con un MBA en Esade, se mantiene a la expectativa. Ya ha celebrado tres entrevistas con Basf, aunque los encuentros no han ofrecido resultados. "Salir no es tan fácil, pero sigo abierto a todo", dice.
"También cuenta el destino -dice Borneis-. No todas las regiones tienen las mismas necesidades. Ir a las grandes ciudades es un error. No hay nada en Berlín ni en sus alrededores, por mucho que esa ciudad sea la más cool: la tasa de paro alcanza allí el 11%. Hay escasez de mano de obra en el Rin-Neckar o en Stuttgart, con un paro que ronda el 5%. Y sobre todo, en pueblecitos del sur, donde un español nunca se lo imagina". Recaro, líder mundial en asientos de aviones, se encuentra junto a Schwäbisch Hall, pueblecito de 30.000 habitantes y a 80 kilómetros de Stuttgart...
Conocer las necesidades de cada uno de esos escenarios es razonablemente sencillo. El Gobierno alemán analiza el escenario a través de la web thejobofmylife.de (por ahora, sólo en alemán; pronto, en inglés y en castellano).
"Quien mire ahí verá dónde faltan jardineros o ingenieros", dice Esther Estany, responsable de intercambios internacionales del Servei d'Ocupació de Catalunya (SOC). Por ejemplo, se calcula que Alemania generará 130.000 puestos de trabajo para camioneros en los próximos cinco años: muchos de ellos se jubilarán pronto. "Entre el SOC y el Goethe, enseñaremos alemán a quince camioneros en Barcelona".
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