LAS GUERRAS DE TODA LA VIDA
El nuevo regeneracionismo
Por Horacio Vázquez-Rial
La lectura de Ahora, cambio de rumbo, de Alejo Vidal-Quadras, me ha recordado una vez más lo que para mí significó este hombre y el sentido que tuvo su presencia en el Partido Popular de Cataluña: de haber permanecido él al timón de aquella nave tan maltratada, algunos de los que contribuimos a crear Ciutadans no hubiésemos hecho tal cosa.
El suyo fue el único momento en que el PPC dejó de ser un partido nacionalista más, en que se dibujó como alternativa real a la gaseosa y ubicua ideología que comparten todos los partidos catalanes. Lo único que puedo, podemos, reprocharle a Vidal-Quadras es su lealtad al PP, porque por ella aceptó que José María Aznar moviera las piezas a su criterio y lo sustituyera por Josep Piqué.
De los compromisos con los nacionalismos periféricos de los dos grandes partidos españoles sabe, pues, Vidal-Quadras más que nadie. Y no es la menor de cuantas cosas afirma en su nuevo libro que uno de los problemas esenciales de la España de hoy es la pérdida de entidad del Estado a manos de los soberanistas. En buena parte porque Zapatero, ignorante también del pasado de la nación, cometió el mismo desgraciado error que ya había cometido Manuel Azaña en su día. Aunque tal vez no se haya tratado de un error, sino de una muestra de perversidad, porque yo no me voy a quitar nunca de la cabeza la idea de que el leonés de Valladolid odia profundamente a España. Pero decía que en buena parte la culpa es de Zapatero, aunque no son inocentes ni González ni Aznar, que en su segunda legislatura pudo haber puesto remedio a la cuestión reduciendo los partidos nacionalistas a su verdadera dimensión mediante una valiente reforma de la Constitución, la misma por la que en este momento aboga nuestro autor y que sigue, al parecer, metiendo miedo al presidente Rajoy y a todos los miembros de su gobierno. A mí me parece un exceso de igualitarismo reunirse como si todo el mundo valiera de idéntico modo con personas como el rey de Marruecos y Artur Mas: en ninguno de los dos casos hacían falta tantos melindres.
El de la reforma de la Constitución y del régimen electoral para que nuestro sistema representativo se acerque en todo lo posible al ideal de un hombre, un voto es sólo uno de los asuntos que se abordan en Ahora, cambio de rumbo, un libro regeneracionista que a algunos parecerá un programa político —con mucho más coraje que el del PP— pero que en realidad es una crítica de antecedentes y el esbozo de un proyecto de Estado, en el cual podrían caber hasta los nacionalistas y desde luego los socialistas, pero sin mear fuera del tiesto. Un proyecto de Estado tan diáfano que es casi imposible objetar algo. Sobre todo porque la crítica de antecedentes no deja de lado al propio PP. El tema de la renuncia de Aznar a un PPC no nacionalista, con el que inicié estas líneas, también se trata aquí, como se tratan varias de las realizaciones necesarias que se podrían haber llevado a cabo y se postergaron hasta que fue demasiado tarde, como la reforma de la educación, que el gobierno Rajoy emprenderá a su manera, es decir, de modo parcial, desperdiciando la oportunidad revolucionaria que nadie más ha tenido desde 1982.
El que Vidal-Quadras tenga y presente un proyecto de Estado indica que es perfectamente posible que lo tenga su partido, pero éste sólo posee programa, y no uno de máximos.
Al margen de lo dicho, este libro proporciona un excelente análisis de lo que ha sido (y es) el pensamiento zapaterista, epítome de la izquierda reaccionaria, cosa más que necesaria si se quiere cambiar de rumbo: creo que la crítica de esa etapa está siendo de una tibieza aterradora. Los mitos de la Transición son puestos en tela de juicio y esa exposición se imbrica con la de los "errores y omisiones del aznarato" o "aznarrato", como dice el autor en el texto. Y después viene el plan de acción, con el que es casi imposible no estar de acuerdo, salvo por inevitables matices.
El proyecto está ahí, desarrollado por escrito: es la suma de todo lo que la gente que ha votado al PP espera de sus dirigentes, y éstos, rotundamente, pueden hacerlo si no se inquietan por el qué dirán los nacionalistas y el si hacemos tal cosa no nos lo perdonarán y la mayoría absoluta no es eterna...
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